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Islam radical y libertad de expresión

 

Por Iván Jiménez-Aybar *

Arvo Net, 6 de febrero 2006

 

 

Reacción violenta en el mundo Islamico frente a la publicación de unas caricaturas de Mahoma.

 

Febrero de 2006: incendio de embajadas, amenazas de bomba, agresiones físicas, banderas pisoteadas ardiendo, sermones que incitan a degollar a los infieles, llamamientos generalizados al boicoteo a gran escala. Éstas son algunas de las reacciones a la publicación por el periódico danés “Jyllands-Posten” de unas caricaturas de Mahoma. En una de ellas aparecía ataviado con un turbante en forma de bomba.

 

Septiembre de 1988: la aparición de “Los Versos Satánicos” de Salman Rushdie desencadenó fanáticas e irracionales protestas en buena parte del mundo islámico y en diversas ciudades europeas. En Bradford, el mismo “Consejo de Mezquitas” que aboga de modo incesante por el respeto al derecho de libertad religiosa de los musulmanes en ese país, escenificó la quema del libro de Rushdie mientras se animaba a acabar con su vida. Un mes después, el ayatolá Khomeiní emitió su célebre “fatua” (edicto) condenando a muerte al escritor y a todos los que habían participado en la publicación y difusión de su libro. Y, precisamente, a esta “fatua” se ha referido recientemente Hassan Nasrala, líder de Hezbolá, afirmando que, si se hubiera cumplido a su debido tiempo, nadie se atrevería ahora a ultrajar el nombre del profeta. Quizá se dirigía a esas decenas de personas que se manifestaban –algunas con el rostro cubierto- portando pancartas donde se decía: «¡Decapitad a quienes insultan al islam!» «¡Liberalismo al infierno!» «¡Europa, tú te arrastrarás cuando los mujadiyines vengan rugiendo!». Pero, no crean que esos fanáticos paseaban sus sanguinarios mensajes por Teherán, Ammán o Damasco. No, lo hacían tranquila y descaradamente por Londres, a la salida del rezo del viernes en la mezquita de Regent’s Park, aprovechando los resquicios de la libertad de expresión que en Europa defendemos con pasión.

Se han sobrepasado imprudentemente los límites de la libertad de expresión

Por supuesto, la libertad de expresión tiene sus límites. Y, en mi opinión, en este caso se han sobrepasado. Dibujar al profeta con una bomba atada a la cabeza a modo de turbante atenta gravemente contra los sentimientos religiosos del pueblo musulmán. En este sentido, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha reconocido que dichos sentimientos pueden actuar como límite de la libertad de expresión (sentencia 20-9-92, caso Otto-Preminger-Institut contra Austria). Lo ha dicho muy bien Joseph Sitruk, el gran rabino de Francia: “el derecho a la sátira se acaba cuando se trata de una provocación o un desprecio del otro”. Y además es, como mínimo, imprudente. Se ha regalado a los más radicales una excusa perfecta para mostrar una vez más su odio a Occidente y a los valores que nos sustentan. Así lo ha avisado el presidente egipcio Mubarak. Además, flaco favor se ha hecho a los musulmanes de bien que defienden con ardor que el Islam es una religión de paz, a riesgo en ocasiones de su propia vida. Por todo ello, los responsables del periódico danés hicieron bien en pedir disculpas.

 

Diversos sectores radicales del mundo musulmán interpretan como inmovilista la reacción de los gobiernos europeos.

Pero esto no bastó a los radicales. Pretendían que el país entero se doblegara y solicitara el perdón de los ofendidos. Y, como no podía ser de otra manera, su primer ministro Rasmussen les contestó con mucha educación que su Gobierno no controla a los medios de comunicación, que existe libertad de prensa y que, por tanto, no podía atender su petición. El resultado: más ira, más fanatismo, más sinrazón. Y la tensión fue en aumento cuando las viñetas de la discordia fueron posteriormente difundidas en medios de comunicación de diversos países (France Soir, Die Welt, Corriere Della Sera, ABC y El País, entre otros), con la mera intención de ilustrar la noticia. Diversos sectores del mundo musulmán no aciertan a entender por qué los gobiernos europeos no han censurado de inmediato dichos medios, cerrándolos y encarcelando a sus responsables, como se hace en sus países. Que se lo digan si no a Jihad Momani, director del semanario jordano “Shihane”, el cual se atrevió a publicar las caricaturas. Al día siguiente el semanario fue clausurado, y él llevado a prisión. Y no nos olvidemos del periodista marroquí Alí Lmrabet, que fue encarcelado por supuestas injurias al rey.

 

No comprenden la libertad de expresión, junto con otros rasgos de la Europa que odian.

No lo entienden porque no comprenden el verdadero significado de la democracia, de la libertad, de los derechos humanos. Y no lo comprenden porque estas palabras retratan a Europa, paradigma de todo aquello que detestan. El islamismo radical propone una religión sin razón, una fe de autómatas creyentes sin el menor apego a la vida (ni la propia ni, lo que es peor, la ajena), donde la ley islámica todo lo gobierna y bajo la que todo queda subyugado. Bajo estas premisas, pretender explicarles el alcance del derecho a la libertad de expresión es un esfuerzo inútil.

 

Los que creen posible un Islam compatible con la democracia, deben de condenar esta reacción violenta de los radicales

Y esto lo digo desde la firme defensa del derecho de libertad religiosa de los musulmanes en Europa, dentro del marco establecido por los distintos ordenamientos jurídicos. Ahí están mis publicaciones para atestiguarlo. Yo me dirijo a los musulmanes que apuestan por una concepción del Islam compatible con la democracia, con el respeto escrupuloso de los derechos humanos y basada en el principio de igualdad entre el hombre y la mujer. Deben dar un paso adelante y, condenando sin reservas las reacciones tan violentas que se han producido a propósito de las caricaturas, contribuir a la difusión de la verdadera imagen del Islam, a un mejor entendimiento entre todas las culturas y religiones y a un mayor respeto hacia las creencias de los ciudadanos.

 

La atención a los límites de la libertad de expresión no debe significar la abolición de las libertades

Sin duda, los medios de comunicación deben reflexionar en profundidad sobre los límites de la libertad de expresión, para así moverse con mayor soltura sobre la delgada línea que a veces separa una saludable crítica caricaturesca de la ofensa a los sentimientos más íntimos de las personas (en este caso los religiosos). Pero ello debe hacerse sin ceder en la defensa de nuestros derechos y libertades. Las libertades de prensa y de expresión son innegociables. “Prefiero el exceso de caricatura que el de censura”, ha dicho Sarkozy. De acuerdo; pero respeto, prudencia y sentido común que no falten. Por favor.

 

 

* Doctor europeo en Derecho. Abogado, consultor en inmigración y profesor de Universidad. Autor, entre otros, de “El Islam en España: aspectos institucionales de su estatuto jurídico”